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Parroquia de Villamediana

Pórtico de la Semana Santa

Pórtico de la Semana Santa

“Bendito el que viene en nombre del Señor”. Durante la cuaresma hemos prepara el corazón para que se vuelque en aclamaciones a Cristo. Pero esa buena preparación nos dispone aún más al silencio, a la oración y al sacrificio, “para que –como rezamos al comienzo de la procesión- quienes alzamos hoy los ramos en honor de Cristo victorioso, permanezcamos en Él dando fruto abundante de buenas obras”.

El pesimismo incrédulo de los discípulos había aconsejado a Cristo que se alejase de Jerusalén, pero Él no rehuyó el riesgo porque sabía que la victoria exigía sacrificio. Él –dice el Catecismo- no conquista a la Hija de Sión, figura de su Iglesia, ni por la astucia ni por la violencia, sino por la humildad que da testimonio de la Verdad. Por eso los súbditos de su Reino, aquel día fueron los niños y los “pobres de Dios”, que le aclamaban como los ángeles lo anunciaron a los pastores.

Hoy esa aclamación, en los labios creyentes, es un grito de fe y adhesión a Cristo. Pero ha de llegar a ser un compromiso  sincero de no dejarle solo a la hora del sacrificio para que nuestro mundo logre ser transformado y la esperanza brille luminosa, superando las crisis que nos agobian.

 “Se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz”. Los ramos y los cantos se acallan pronto el domingo de Ramos,  que desemboca de repente en el mar profundo de la muerte de Cristo el inocente. Aceptó libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar: “Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente”. De aquí la soberana libertad del Hijo de Dios cuando Él mismo se encamina hacia la muerte (Catecismo).

            Pero como no es fácil entender este misterio, de libertad y redención, nos introducimos, contritos, en la semana santa para ir considerándolo día a día, tal y como lo describe el relato desgarrado de la Pasión, según San Mateo, que escuchamos conmovidos, en la misa de este domingo. Y podemos pedir con la Iglesia: Por la pasión de tu Hijo sé propicio a tu pueblo, Señor, y concédenos, por esta celebración que actualiza el único sacrificio de Jesucristo, la misericordia que no merecen nuestros pecados.

“Al morir destruyó nuestra culpa, y, al resucitar, fuimos justificados”. La Semana Santa puede ser para los creyentes un tiempo intenso de reflexión y profundización y no sólo vacacional, que nos ayude a pensar: ¿Puedo seguir pactando con el pecado que carece de futuro? ¿Es coherente organizar mi vida como si la muerte fuera mi destino final? ¿No podría cambiar mi mentalidad y mi comportamiento como lo hicieron los santos, siguiendo el ejemplo y el empuje de Jesús crucificado y resucitado?

            Tal vez, si contemplamos un año más, en nuestros templos y en nuestras calles, el dolor del crucificado y lo acompañamos con oración, sacrificio y compromiso de vida, logremos, la noche de pascua, renovar la mente, el corazón y nuestras acciones ¿Por qué no lo intentamos? ¡La victoria está asegurada!

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